El mar de Aral fue el cuarto lago más grande del mundo, pero hoy lo único que queda es un vasto desierto. En la década de 1950, la Unión Soviética comenzó a desviar los ríos que lo alimentaban para la producción de algodón y, con el tiempo, se secaron. Sesenta años después, ha perdido el 90% de su volumen, lo que ha tenido un impacto devastador en las comunidades locales.