Cómo la estación de tren peor ubicada se convirtió en ejemplo para la prevención de catástrofes

En España se ha construido mucho en zonas inundables y de alto riesgo, pero hay una edificación emblemática para la que parece difícil haber escogido una ubicación peor: la estación internacional de Canfranc, en Huesca. A pocos kilómetros de la frontera con Francia, esta majestuosa obra modernista (reconvertida hoy en un hotel de lujo), con 150 puertas de acceso y unas 350 ventanas, se inauguró en 1928 bajo unas imponentes montañas pirenaicas y justo en la desembocadura de cinco peligrosos torrentes: Picauvé, Cargates, Epifanio, Borreguil de Samán y Estiviellas. Esta mala decisión obligó a llevar a cabo una gigantesca obra forestal de protección que, más de cien años después, ha cambiado por completo el paisaje y que ahora los ingenieros de montes reivindican para reclamar su papel en la prevención de crecidas catastróficas como la del barranco del Poyo.
Críticas a la limpieza de los cauces
Tras la dana de Valencia, algunas voces insistieron mucho en la necesidad de «limpiar los cauces» para evitar estas catástrofes. Para el ingeniero Ignacio Pérez-Soba, “esto es de un simplismo atroz». «Si se limpia entiendo que es de basura o escombros, si lo que tienen los cauces es vegetación entonces no están sucios». Según el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón, «la solución de convertir todos los cauces en canales es un desastre». «En lugar de frenar el agua, de esta forma se acelera. Las crecidas deben pararse en su parte forestal donde hay menos valores humanos que defender, ahí la vegetación de ribera desempeña un papel fundamental, actuando como dique vivo», insiste. «No hay que olvidar, además, que las riberas de los ríos son unos ecosistemas muy interesantes».